Luis Alberto Ordóñez
El más sanguinario de los delincuentes de las extintas Farc, Víctor Suarez, alias Mono Jojoy, desde el infierno debe estar feliz y brincando en una pata, al ver que su sueño de llevar la guerra a las ciudades se le hizo realidad, y lo mejor, utilizando cientos de idiotas útiles, me refiero a los manifestantes de buena voluntad, quienes a pesar de tener que pagar los platos rotos del desabastecimiento de alimentos, el incremento de los precios de los mismos, el aumento del desempleo al parar el aparato productivo, la destrucción de la infraestructura y de la propiedad privada, las pérdidas de los campesinos al no comercializar sus productos, las pérdidas de los camioneros retenidos contra su voluntad en las carreteras, etc., continúan cerrando vías y marchando, aunque ya los motivos originales del paro se hayan acabado.
Hambre, zozobra y pobreza es lo que queda de estas violentas jornadas, y los inocentes manifestantes no se dan cuenta de que los están utilizando para fines políticos del más bajo talante. Cuando un país tiene sus finanzas debilitadas por una pandemia que ya completa un año y donde la productividad se frenó a niveles nunca vistos; no es posible seguirla atacando en búsqueda de lo que siempre la narcoguerrilla quiso; generar el caos y tomarse el poder.
Cuando el Mono Jojoy quiso llevar la arremetida subversiva a las ciudades, lo planteaba desde lo militar y desde luego no pudo; pues salvo casos de terrorismo focalizado, nunca las FF.MM. y de Policía se lo permitieron. Ahora, cuando muy inteligentemente lograron involucrar a la población civil y hábilmente la manipulan mediante agitadores profesionales y un manejo de redes sociales realmente admirable, están poniendo al gobierno contra la pared, pues el uso legitimo de la fuerza está siendo cuestionando y se ha logrado invertir los valores mínimos de una sociedad civilizada, entre ellos el más importante para la convivencia en paz; el respeto por los derechos de los demás. Hoy en día en Colombia, el único válido es el de la protesta social; otros, como la vida, la integridad de las personas, el libre desplazamiento, el trabajo, la salud, la comida, la tranquilidad, pasan a segundo nivel. “El derecho constitucional a tirarme a los demás, prima y no puede ser vulnerado”, triste realidad que ya hace escuela.
¿A qué sociedad civilizada le cabe en la cabeza, que un grupo de manifestantes pueda cerrar las vías a su antojo y la Fuerza Pública no pueda hacer nada so pena de ser acusados de atentar contra el derecho a la protesta? Y que ese cierre lleve a que cientos de personas, ancianos y niños entre ellos, deban quedarse secuestradas en sus vehículos, en espera de la “buena voluntad” de los arbitrarios para que los dejen pasar. No hay derecho a que se pierda la comida en un país que pasa hambre en medio de una pandemia que prácticamente acabó la economía. No es justo que quienes desean trabajar y producir deban resignarse a endeudarse para suplir las necesidades de sus familias, en vista de que los señores manifestantes les violentan sus libertades personales y sus derechos humanos. No es justo que campesinos y empresarios del campo tengan que perder sus cosechas y sus productos por culpa de los irracionales.
El sueño de Jojoy hecho realidad, solamente tiene un limitante y es la Fuerza Pública; por eso la arremetida es contra ella. Por un lado, el Esmad ha sido foco permanente de ataques legales y físicos para acabarlo, buscan desmotivarlos en su actuar. Pero también el resto de la Policía está en la mira y desde luego las Fuerzas Militares, deslegitimarlas es una de las líneas estratégicas; con las manos amarradas y limitadas en su actuar es más fácil llevar el país al caos. Forzarlas al limite es la meta; buscar que incurran en un error y de este pegarse para lograr la condena internacional y el desprestigio a todo nivel. Por eso se ve, por ejemplo, el intento de quemarlos vivos en un CAI. Cualquier ser humano se defendería con lo que tenga a su alcance, sin embargo, la Policía, disciplinada y bien entrenada, no lo hace a pesar de que estaban armados. Pregunto: ¿quién, ante tamaña amenaza a su vida e integridad, no actuaría contundentemente?
El gobierno que, con tan poco olfato político y social, generó tamaña protesta, se está desprestigiando en la medida en que permita mantener las vías cerradas y el actuar violento; eso no es protesta pacífica, es un delito y su responsabilidad, al igual que la de los mandatarios locales, es la de utilizar los recursos del Estado para retomar el funcionamiento normal de la Nación, garantizando el respeto por los derechos que se le están vulnerando a las personas de bien. De este caos solamente sacan provecho las fuerzas oscuras; entre ellas el narcotráfico, la mal llamada subversión y los políticos sucios, los que nunca queremos que nos gobiernen; ¿si son capaces de generar toda esta zozobra, que más estarán dispuestos a hacer para tomarse el poder?
Señor Presidente, sin excederse, pero con mano dura, hay que exigir el respeto a la libre movilidad de personas y mercancías e impedir de tajo que el sueño de Jojoy violente la tranquilidad ciudadana. La vía legal debe sancionar a todos aquellos, que abusando de la protesta social, tienen al país pasando necesidades y al borde del colapso; la gente de bien lo rodea y lo apoya, pero también le pedimos mano dura y que se castigue a los responsables. No podemos caer en anarquía y abuso de quienes por la fuerza pretenden imponerles condiciones a las mayorías.
* Vicealmirante retirado. Ph.D. y PADE de INALDE Business School.
Tomado de : http://www.periodicodebate.com
Foto portada: Archivo Espectador
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