Edición 163
1 de sept de 2020
Educación militar Rectitud, Justicia y Servicio
EDUCACIÓN MILITAR, VOLVER A LO BÁSICO
Dentro de la estrategia de “todas las formas de lucha”, con mucha fuerza se ha sentido la arremetida de los grupos opositores y radicales para tratar de desprestigiar y así tener argumentos para modificar a las Fuerzas Armadas. Lo que no lograron en La Habana ahora lo quieren hacer desde el legislativo y presionando al ejecutivo. Algunas acciones de miembros de la Institución no ayudan y se vuelven el caballo de batalla de quienes nos quieren acabar. La educación militar, conformada por la formación y la capacitación, es uno de los blancos, y posiblemente el más apetecido; al fin y al cabo, es desde las escuelas militares donde se irradia el pensamiento militar, se refuerzan principios y valores, se adquieren costumbres y hábitos, se conocen y asimilan las tradiciones, el amor patrio y se hace el compromiso de honor para servir y proteger a la Nación.
Revisar y actualizar los procesos educativos castrenses es una actividad constante; la dinámica de la vida moderna y la mutación de la amenaza así lo exigen. Buscar los aciertos y las falencias es tarea permanente. Entender el porqué la disciplina se relaja y algunos malos elementos faltan al honor militar y dañan a la Institución con su mal comportamiento, debe ser preocupación del Alto Mando y de los expertos que al interior de las Fuerzas tienen esa responsabilidad.
Los requerimientos operacionales y la necesidad de personal en el área obligaron a reducir los tiempos de formación. La dinámica de la guerra, los cambios legales como la pérdida del poder preferente disciplinario, el debilitamiento de la Justicia Penal Militar y los cambios en los procedimientos ha llevado a que el respeto hacia los superiores no sea el mismo y que el deshonor se pueda disimular con un buen abogado. El sistema permite hoy en día enfrentar a un oficial de insignia en una sesión de conciliación con un subalterno incumplidor de su deber, donde a veces la verdad no es la que gana sino la destreza del abogado más astuto.
Regresar a lo básico es fundamental y las escuelas de formación tienen la tarea más importante; principios y valores deben regir el actuar de cada día, para ello se debe considerar como lo más importante la preparación del talento humano, empezando por una selección acuciosa y basada en calidad antes que cantidad. Los mejores oficiales y suboficiales deben ir a las escuelas, pues es el ejemplo, la mejor manera de instruir. Se deben retomar cada una de las tradiciones como el saludo, la posición fundamental, el trato respetuoso y afable, el respeto por el superior y la consideración con el subalterno. Acabar con abusos, excesos y el mal trato. La grosería y los gritos nunca han tenido lugar entre militares. Las revistas de instrucción, las rondas, las inspecciones, la verificación permanente. Cero tolerancia con incumplidores y algo muy importante: no permitir nunca la cultura del más vivo, tan arraigada en la idiosincrasia nacional, pero tampoco la famosa “carta a García”. Pensar que el subalterno debe cumplir sin importar el cómo, es una irresponsabilidad del superior y el camino para generar conductas ilegales y deshonestas.
La formación no termina al graduarse, es un proceso continuado. Por eso en cada grado, en cada cargo, el seguimiento debe ser estricto y riguroso. Hay que recordar que siempre llega el momento en que el comandante es autónomo y estará lejos de sus niveles superiores, ahí es donde necesitamos personas muy bien formadas con autorregulación y autodisciplina.
La formación conjunta, de la Escuela de Guerra, tiene la inmensa responsabilidad de alistar a los futuros comandantes para esa responsabilidad autónoma, donde ellos estarán en sus unidades tácticas tomando decisiones, en ocasiones totalmente solos y en muchos casos haciendo parte de componentes conjuntos. Por costumbre la dirección de nuestra Institución de más alto nivel castrense ha estado en cabeza de oficiales del Ejército, siendo conjunta vale la pena pensar en hacerlo rotativo. El futuro comandante debe tener como director oficiales de las tres Fuerzas; acostumbrarse así a otros estilos de mando, conociendo los grados y quehaceres, las costumbres y las tradiciones. Entender que hay capacidades diversas y complementarias. Entender también que otros pueden comandar y así, al hacer parte de fuerzas conjuntas, creer y confiar en sus líderes, así porten otros uniformes.
En resumen; hay que regresar a lo básico, revisar permanentemente los procesos educativos y volver lo conjunto verdaderamente mutifuerzas. En la coyuntura actual solamente unidos y compenetrados podemos contrarrestar la amenaza, la cual ya no es solamente militar sino política, académica y social.