top of page

Principios y valores en peligro

EdiciĆ³n 167

1 de sept de 2021

Principios y valores en peligro

EL NUEVO ORDENā€¦ ĀæMORAL?

Hace miles de aƱos, el ser humano comenzĆ³ a organizarse socialmente por diferentes motivos: Supervivencia, necesidad de alimentarse, suplir necesidades mutuas y asegurar su descendencia. Y como es natural, para garantizar que esa convivencia fuera pacĆ­fica, se adoptaron unas reglas bĆ”sicas tĆ”citas o expresas que, en tĆ©rminos generales, diferenciaban el bien del mal. Lo que era correcto, de lo que no. Lo que beneficiaba al grupo por encima de los deseos de cada persona. A travĆ©s de los tiempos, esas normas fueron complementĆ”ndose y se ampliaron, ya no solo por convivencia, sino tambiĆ©n por motivos religiosos, polĆ­ticos, Ć©tnicos y sociales. Se convirtieron en leyes basadas principalmente en principios y valores. En diferentes momentos, comenzĆ³ cada grupo a interpretarlas y ajustarlas, dando mĆ”s importancia a la seguridad y necesidades colectivas que a las ambiciones individuales. Se sacrificaron algunas libertades por el orden.


Actualmente todos los paĆ­ses tienen una constituciĆ³n polĆ­tica que organiza a cada naciĆ³n, asegura en teorĆ­a la convivencia pacĆ­fica, y protege los intereses nacionales y los derechos individuales y colectivos. Y para cumplir con esta guĆ­a, se crean los organismos ejecutivos, legislativos, judiciales, de control y especiales. Sin embargo, hemos visto, desafortunadamente cada vez con mayor frecuencia, que las libertades que nos brinda la democracia y las permanentes reformas a la constituciĆ³n, han tergiversado la percepciĆ³n general de muchas actuaciones de algunos ciudadanos, haciendo laxa la interpretaciĆ³n sobre lo que estĆ” bien o mal. Y mĆ”s grave aĆŗn, la jurisprudencia se ha adaptado a la protecciĆ³n de los derechos individuales y de algunas minorĆ­as sobre los colectivos.


DecĆ­a el FilĆ³sofo Lucio Anneo SĆ©neca (Cordoba, 4 a. C.-Roma, 65 d. C.), que las leyes permiten lo que la honestidad prohĆ­be. Y tenĆ­a razĆ³n. Actualmente en nuestro paĆ­s ya se ha vuelto costumbre que el sistema judicial omita tomar acciones drĆ”sticas ante hechos que deberĆ­an ser, evidentemente, sancionados ejemplarmente. Y en otros casos, toma decisiones desacertadas en contra de quienes cumplen la importante funciĆ³n de proteger a la sociedad en cumplimiento de esa constituciĆ³n. Los ejemplos son muchos, pero podemos tomar como referencia la inacciĆ³n judicial contra los vĆ”ndalos en las protestas, contra la delincuencia comĆŗn cada vez mĆ”s agresiva, e incluso contra la corrupciĆ³n ā€œde cuello blancoā€. Y por el contrario, la severa judicializaciĆ³n de militares y policĆ­as que en cumplimiento de su misiĆ³n han sido denunciados, muchas veces sin pruebas por supuestos delitos contra la poblaciĆ³n.


Todo lo anterior ha generado un mensaje lamentable para la sociedad: actuar correctamente, es sujeto a interpretaciones jurĆ­dicas difusas, los derechos y libertades de quienes transgreden la ley son ilimitados, los deberes son opcionales y palabras como Honor y Honestidad son arcaicas y reservadas solo para unos pocos grupos que creen en su significado como los militares. Y peor aĆŗn, la educaciĆ³n pĆŗblica ha implantado esas nocivas ideas con propĆ³sitos polĆ­ticos de corto, mediano y largo plazo.


Especial atenciĆ³n merecen los organismos de Derechos Humanos, tanto nacionales como multilaterales, que en algunos casos han privilegiado las actuaciones violentas en contra de la vida y la propiedad pĆŗblica y privada como parte del ā€œderecho a la protestaā€, sobre la seguridad y el derecho ciudadano a abastecerse, movilizarse y a vivir en paz. O, peor aĆŗn, aceptar que los miembros de grupos ilegales que han cometido delitos atroces, reciban penas simbĆ³licas y a la vez exigir que quienes han arriesgado su vida y su tranquilidad por proteger a la ciudadanĆ­a sean encarcelados y tratados como criminales.


Definitivamente, este nuevo ā€œOrden Moralā€ que promueve una libertad mal entendida, se convierte actualmente en la mayor amenaza contra la sociedad y su convivencia pacĆ­fica y organizada, generando caos e injusticia, y debe generar una preocupaciĆ³n general sobre la clase de principios y valores que recibe nuestra juventud en el sistema educativo. O se toman los correctivos necesarios de manera inmediata, o dentro de poco tiempo, nadie sabrĆ” diferenciar lo que estĆ” bien de lo que estĆ” mal.

bottom of page