Mayor General (Ra) Eduardo Herrera Berbel
Ha sido difícil escribir este artículo, debido a sentimientos encontrados. No es justo que un Ejército Bicentenario esté inmerso en semejante momento aciago, con las dificultades que lo afligen. Un ejército que carga en su morral el peso de un legado de historias republicanas que debe mantener incólume, pero que soporta hoy una galería mediática, redes sociales y sectores de la sociedad expectantes, que no dan tregua alguna, no tragan entero, exigen resultados y quieren conocer a fondo toda la verdad de los delicados hechos denunciados. Están en todo su derecho, que así sea. Es una exigencia legítima, pero debe ser respetuosa y no ofensiva.
Un ejército que ha tenido que ser un actor relevante de la agenda del país, estar en el ojo del huracán y aguantar la insolidaridad, una caricaturización despiadada, parodias de humor negro, mofas y risas socarronas, un rechazo displicente y juicios mediáticos de culpabilidad anticipada. Lo cierto es que aún no se ha escuchado la voz idónea y competente de los operadores de justicia y sus decisiones judiciales.
Me pregunto incluso ¿qué nos pasó, ¿cómo llegamos a dónde estamos? ¿Qué ocurrió con ese marco ético orientador que rige nuestra profesión militar, en qué montaña lo perdimos, dónde lo debilitó la degradación del conflicto armado? ¿Por qué prevalecen intereses anodinos, filtraciones, deslealtades, egos, las tales divisiones y hasta los llamados “bandos”? ¿El egoísmo y las mezquindades nos avasallaron, o fue que el poder corruptor del dinero ganó la partida? No lo creo, y me cuesta muchísimo aceptar las afirmaciones que se hacen en este sentido.
A veces me pregunto si se alcanzó el “punto culminante” donde el soldado, frente a un agotamiento físico superior, recurre a su fortaleza espiritual, a su compromiso patrio y con su ejército, recobra el ímpetu de la nada y gana el combate. Este ejemplo me sirve para afirmar que esta batalla de sentido ético y transparencia no está perdida, si bien puede tomar cierto tiempo recomponer la Fuerza. El punto de partida es rectificar lo que sea necesario y castigar a los responsables, luego de vencerlos en un juicio justo y con garantías.
¿Que si duele esta infortunada adversidad? Debo decir que sí, y mucho. Esto puede ser motivo de nuevas risas y burlas, no importa, es mi sentimiento de soldado al observar al ejército en tan difícil trance. Pero tengo plena confianza en que, como ha sucedido en su devenir histórico, sabrá superar esta dura prueba con determinación y una prontitud correctiva ejemplarizante.
Por lo tanto, es necesario reconocer errores, falencias y equivocaciones, y facilitar que opere la justicia con celeridad; que se haga un acto de honor militar retomando el camino que conocemos; que vuelvan, con mayor fuerza que ayer, los valores y principios, y que el código ético sea el faro orientador, único y obligatorio del proceder recto; por lo demás, que ese noble oficio del soldado no sea mancillado más, por unos pocos. En fin, que la unidad monolítica se recupere plenamente si ha sido vulnerada, y que ese juramento a la bandera no sea “bastoneado”, sino que sea, como siempre, ¡el servicio de honor a Colombia!
Confío en que la actual cúpula militar tomará las acciones y medidas pertinentes para superar este escollo, de connotaciones inconmensurables para la legitimidad y confianza futura del Ejército Nacional. La fe en la causa sigue presente en la mente y el corazón del soldado, y aviva su compromiso patrio. Como corolario, no pido comprensión alguna para este escrito, he dicho lo que quería decir, con sentimiento y respeto.
Nota: Ahora, la violación de una menor de la comunidad indígena Embera, en Risaralda, por parte, de siete soldados del Ejército Nacional, un repudio total a este execrable delito que maltrata los derechos y la dignidad de una niña y enloda el buen nombre de toda una Institución. Solo esperar, una drástica, oportuna y ejemplar justicia contra los responsables. Y no sobra, una profunda reflexión interna, hay que reafirmar ese proceder recto y ético.
*LAS OPINIONES AQUÍ PUBLICADAS SON RESPONSABILIDAD DEL AUTOR Y NO REFLEJAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DEL CGA
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